En general, todo el mundo dice tener amigos, pero también es frecuente escuchar: «Yo no tengo amigos»; «Este amigo me ha fallado» o «Yo no sé hacer amigos». Peor aún es tener al mismo nivel amigos, colegas, contactos, conocidos, compañeros… Porque la amistad es en sí misma un gran valor humano, por encima de condicionamientos de cualquier tipo. Se fundamenta en un afecto auténtico y noble que perfecciona y que, además, conduce al ser humano a la estabilidad emotiva y al apoyo mutuo. Por eso es eficaz. Por eso es sublime. Más allá de relaciones profesionales y de los contactos humanos que de ella se derivan, existe ese «reducto privado»: los amigos, esas «almas gemelas» en las que reposa la confianza de nuestra mente y de nuestro corazón.