«Todo me separa de un monje católico. No creo en Dios, y es probable que él no crea en el inconsciente. Para él, la verdad es divina, se ha revelado a los hombres e incluso se ha encarnado en un hombre. Para mí, la verdad es humana, permanece oculta y solo nos llega a través de lo que no sabemos. La palabra le viene de fuera; a mí, de dentro. Él ha escogido vivir como si estuviera más allá de la condición humana, con ese celibato, esa pobreza, esa comunidad masculina, esa vida religiosa. En cambio, mi vida y mi trabajo están inmersos en la diferencia de sexos y de generaciones, en la sociedad de mi época y en la investigación científica.» A través del diálogo filosófico, Marie Balmary expresa su visión de las relaciones entre religión y psicoanálisis, en busca, no tanto de lo que cura, sino de lo que salva. Es un diálogo en el que el verbo creer se conjuga sin complementos. Un intercambio donde un Dios que pide sacrificios un ogro devorador de almas es confrontado a un Dios de la palabra que insta al ser humano a expresar un yo profundo y un nosotros significativo. Una conversación que oscila entre el agnosticismo y la creencia, entre el judaísmo y el cristianismo, entre la experiencia interreligiosa y el mantenimiento de las identidades.