Elegancia. La palabra que mejor definía el juego de Zinedine Zidane, el gran Zizou. Elegancia para todos y cada uno de sus gestos técnicos. Elegancia para levantar la cabeza y encontrar al compañero mejor colocado. Elegancia para contorsionar su cuerpo en busca de la posición perfecta para el regate, el pase, el control o el remate. La misma elegancia que un día The Times definió así: «Podría subirse en el metro en hora punta con un traje blanco y salir sin mancharse un pelo». Su gol de la novena en la final de Glasgow es su obra maestra, sin olvidar los dos cabezazos que le dieron a Francia el título de campeón del mundo.