El siglo xxi se está caracterizando por una progresiva influencia de los contenidos digitales y por una porosidad cada vez mayor entre el universo electrónico y el real. Vivimos en un mundo de pantallas, la del ordenador, la del móvil, las de los e-reader, las de las tabletas, cuyo fundamento es la información, y aquellos que sepan buscarla, manejarla, gestionarla, aprovecharla e interpretarla, estarán en mejores condiciones para afrontar los retos personales, laborales y sociales de un mundo conectado y globalizado. Las competencias y habilidades en el uso de la información digital forman parte de cualquier currículum formativo, y así lo entienden las autoridades educativas, tanto a nivel internacional como nacional, estableciendo estándares obligatorios para su desarrollo. Igualmente, la práctica laboral o el desempeño de puestos de trabajo de muy diversa índole nos enfrenta a necesidades informativas que es preciso satisfacer para incrementar el rendimiento y la eficiencia. Incluso las actividades más lúdicas, como las relacionadas con el uso de las redes sociales, están impregnadas de un sustrato informativo cuyo conocimiento favorece un aprovechamiento óptimo. La respuesta a estas necesidades pasa por un conocimiento adecuado de las distintas fuentes de información existentes. Estas fuentes han ido asimilando los cambios que los procesos de comunicación han experimentado con el desarrollo de la tecnología. Libros electrónicos, revistas electrónicas, repositorios, enciclopedias, bases de datos bibliográficas, fuentes de información terminológicas, software libre, sistemas de sindicación de contenidos, gestores de referencia social, índices de citas, sistemas de búsqueda para la acreditación y reputación on-line, etc., constituyen un elenco de fuentes nuevas o renovadas que participan de la filosofía 2.0 y están diseñadas para favorecer la asimilación de las competencias digitales que exige la sociedad del conocimiento.