En la historia que va desde las cruzadas hasta la total dominación musulmana de Jerusalén se sitúa la otra «historia», la de la presencia franciscana en Tierra Santa. Mientras las armas cruzadas se habían mostrado impotentes, los hijos de san Francisco tomaban pacíficamente posesión de los Santos Lugares, y durante largos siglos, y a precio de sufrimientos indecibles, montaron en ellos guardia, hasta nuestros días, en nombre del mundo católico. Gracias a Francisco y a sus frailes, Tierra Santa se convierte una vez más en patrimonio común de todos los cristianos. La epopeya franciscana en Tierra Santa tiene su origen en el amor de san Francisco a Jesús y a los Santos Lugares: a Jesús hombre, a Dios encarnado y nacido de la Virgen María, y al ambiente donde vivió y manifestó su amor hacia los hombres.