Este es un libro muy personal. No es un tratado de teología ni una confesión filosófica. No tiene esas pretensiones. Tampoco es un análisis antropológico de las religiones ni un ensayo sobre la situación del cristianismo en nuestra cultura. Es una presentación muy particular, casi íntima, una especie de declaración, de divagación libre, en el sentido más noble del término. En ella se expresa lo que al autor cree, la fe que tiñe su ser, las fuentes que nutren su vida espiritual, las razones por las que cree. Un libro que exterioriza vivencias interiores, que evoca una experiencia real que se ha ido tejiendo y configurando a lo largo de una vida. Es esta experiencia frágil, discontinua, unas veces tenebrosa y otras luminosa, la que está en el corazón de la fe que se expone aquí. «Siento el deseo -dice su autor- de comunicarla, no para convencer a nadie, menos aún para convertir infieles, como se decía antes. Solo me mueve el deseo de presentar los contenidos de mi esperanza, de aclarar ideas [...]. Escribir es una manera de aclararse uno mismo». «Lo que me propongo -sigue afirmando Torralba- es hacer explícito el contenido de mi fe, intentar sumergirme en las fuentes espirituales que alimentan mi ser y que me hacen ser como soy. Es, en este sentido, un ejercicio de autoanálisis, aunque a la vez una presentación razonada de la manera en que vivo mi opción personal por Cristo».