De pequeño Moshe Segal miraba con ojos fascinados el barrio judío de Vitebsk donde vivía: los músicos judíos, los rabinos, las cabras y las gallinas, el abuelo que subía al tejado a mordisquear zanahorias. De mayor, convertido en Marc Chagall, con los ojos igual de fascinados, hizo revivir todos esos recuerdos en sus numerosos cuadros.