La imaginación juega un papel decisivo en la compasión. Compadecerse es ponerse en la piel del otro, sufrir con su sufrimiento, pero para esto es imprescindible la imaginación. Uno debe representarse mentalmente el dolor del otro para poder comprender la gravedad de su situación. En este punto tiene mucha relevancia la sensibilidad, la visión, la audición, lo que captamos del otro. Pero la compasión no se activa inmediatamente con esta representación física, sino que requiere además imaginación.