Raquel está feliz porque acaba de aprender a escribir las vocales. Y ya se las sabe todas. Cada noche escribe una vocal en su pizarra. Pero por la mañana alguien se la ha borrado. ¿Cómo es posible? ¿Quién fastidia tanto? Le pasa con la “a”, con la “e”, con la “i”, con la “o”... Pero el día de la “u”, Raquel consigue no dormirse y encuentra al culpable: un dragón. Un dragón que no sabe escribir y siente una gran envidia por las letras tan bonitas que escribe Raquel. Entonces decide enseñar al dragón a escribir. Desde aquel día, en la pizarra siempre hay dos vocales perfectamente dibujadas.