Desplomados sobre sacos de harina y durmiendo hechos un ovillo, se escondían en la vieja panadería quince niños que habían huido para salvar la vida... Pip había llegado a Valdelahorcado por casualidad, huyendo de un orfanato que se encontraba a muchas leguas de allí. Su llegada había despertado a los rastreadores del bosque. Nadie sabía qué pasaría después, pero lo que sí sabían era que el mero hecho de existir bastaba para ponerlo en peligro.