Mascha nació en Azerbaiyán, es judía, y si hace falta también turca y francesa. Es cosmopolita, adaptable, y siempre está dispuesta a salir corriendo. De niña fue testigo de los pogromos armenios. En Alemania aprende a soportar la experiencia de la inmigración. Ahora habla cinco idiomas, y está a punto de terminar sus estudios como intérprete. Parece tener las ideas muy claras acerca de su carrera. Pero entonces su novio enferma gravemente. En su desesperación, Mascha huye a Israel, donde al poco tiempo su pasado reaparece de la manera más cruel. Esta es también la historia de una generación. Para Mascha el tema del origen y la nacionalidad es irrelevante; hay que sobrevivir en cualquier parte. Pero no encuentra nada que realmente se pueda llamar hogar. La obra no rehuye la tristeza pero la autora ha sabido infundirle también un humor sutil.