El declive de Occidente va unido a la concentración de riqueza en pocas manos; este ha sido el origen de la crisis actual y será también el de la próxima si se mantienen las actuales políticas neoliberales. La crisis actual afecta a los dos ámbitos principales de la economía: el de la producción de bienes y servicios y el de su distribución entre los diferentes agentes económicos. Respecto a la producción, los países más productivos, o con un tipo de cambio artificialmente bajo, han acabado imponiendo su mayor competitividad mediante unos superávits comerciales que han originado unas deudas externas colosales a los países con déficit. En cuanto a la distribución, una creciente concentración de riqueza en pocas manos ha ido inflando burbujas financieras e inmobiliarias aquí y allí, cuyo estallido ha supuesto un posterior decrecimiento generalizado y un incremento desmesurado de las cifras de paro y de pobreza. La solución es crecer, pero ¿puede hacerse si el crecimiento sostenido y el mantenimiento de los actuales niveles de producción y consumo son físicamente imposibles? ¿Qué agotaremos antes, al huésped social o al planetario? De no establecerse unos intercambios equilibrados con el planeta, y entre los países y sus habitantes, la especie humana se aboca a su desaparición.