La noche del 20 de febrero de 1885, el pintor norteamericano James McNeill Whistler pronuncia una conferencia sobre arte en el Princes Hall de Londres. Al día siguiente, Oscar Wilde, con su elocuencia e ironía habituales, escribe una réplica a la misma en un artículo publicado en el Pall Mal Gazzette. A partir de ese momento se genera una singular correspondencia entre ambos, que se hace pública al aparecer en forma de cartas a los directores de varios tabloides londinenses. Lo que comienza como un interesante debate sobre estética, prosigue con mordaces alusiones personales, llegando Whistler a acusar a Wilde de plagiario ante la indignación de este último. Controversia que nos trae a la memoria otra famosa entre el propio Whistler y el historiador y crítico del arte británico John Ruskin, o las ya celebérrimas puyas que se lanzaban Góngora y Quevedo a través de misivas. Oscar, ¿cómo se atreve usted, qué significa ese disfraz?, interpela irónicamente por carta el artista a su contrincante, tras verlo ataviado paseando por Londres con uno de sus estrafalarios atuendos que tanto contribuyeron a la fama de dandi extravagante del literato irlandés. Whistler vs Wilde muestra dos formas de entender la pintura: la del pintor que defiende la forma y la sensibilidad artísticas, y la del crítico, partidario de la importancia de la temática y la poética que esconde. Se recupera así el eterno, siempre actual y no resuelto debate sobre qué es el arte.