En estos tiempos de evangelización se necesitan maestros, pero mucho más de testigos, como los deseaba San Juan de Ávila, que decía: más imprime una palabra después de estar en oración, que diez sin ella. Y este consejo vale no sólo para predicadores y catequistas, sino para todo fiel que quiera ser cristiano de cuerpo y corazón, como dice el Concilio Vaticano II.