Friedrich Nietzsche (Rocken, 1844-Weimar, 1900) goza de un prestigio inusual, sólo comparable al alcanzado por Karl Marx y Sigmund Freud, los otros dos maestros de la sospecha, al decir del hermeneuta Paul Ricoeur. Pocos calificativos convienen mejor a su figura que el de filósofo trágico, en la medida que también lo fueron Epicuro, Lucrecio y Montaigne: un filósofo prendado de la vida, pero atrapado desde muy pronto en las redes del lenguaje, lo que le predispuso al rechazo del discurso tradicional, el lenguaje del todo, en favor del discurso fragmentado, el lenguaje de las partes. El autor de Así habló Zaratustra no pretende exponer una visión global o un pensamiento unitario, sino que se limita a introducir una mirada discontinua, respetuosa con el mundo de la vida, en un medio cultural devaluado por los discursos establecidos. Ésta es, a fin de cuentas, la moral nietzscheana del lenguaje, sobre la que se sustenta el ambicioso proyecto filosófico que llevó a cabo, dirigido por una conciencia lingüística extrema, y destinado a relatar la expansión del nihilismo en las sociedades occidentales. Algo de todo ello encontrará el lector en esta selección de sus pensamientos, debida al buen hacer de Luis B. Pietrafesa; en esta selección de textos concebidos, trabajados y ejecutados conforme a la escritura aforística moderna de estricta orientación filosófica.