Mucho más que una banda de punk, los Dead Kennedys fueron un símbolo de la lucha constante contra el sistema y los vampiros capitalistas. La peor pesadilla de presidentes, gobernadores y censores, su activismo fue el fiel reflejo del mensaje que sangraba entre los surcos de sus afilados discos. Los verdugos de la indiferencia, Jello Biafra y sus compinches, fueron la catapulta que decapitó la música autocomplaciente que se perpetraba desde la radio-fórmula de los años '80. Azote de conservadores y mentalidades adocenadas, los bramidos de Jello Biafra se amplificaron hasta la eternidad entre los espasmos eléctricos ejecutados por East Bay Ray y el látigo de alta tensión descargado por Klaus Flouride. Inquietos, sarcásticos, insobornables y con una visión mucho más panorámica de lo que parece a primera vista, discos como "Fresh Fruit For Rotting Vegetables" e "In God We Trust Inc." propulsaron el punk americano hacia un cielo radioactivo, del que no ha regresado en las tres últimas décadas. Todo un logro con el que consiguieron continuar por la senda marcada por faros tan cegadores como los Stooges o los Ramones. Ahora más que nunca es el momento de la reivindicación, de volver a mascullar "California über alles" cunado estás escuchando el hilo muscial del dentista; el momento de rememorar "Holiday in Cambodia" cuando algún político nos recuerda que no hay crisis... Activismo y actitud al rojo vivo, un viaje junto a los Dead Kennedys es la receta perfecta para volver a sentir una vibración de poder embriagador de las que remueven conceptos y engordan arterias hasta reventar. Ya lo decía Biafra: "La adrenalina dispara tus nervios hasta el cielo, todo el mundo sabe que esta ciudad va a saltar en pedazos, y lo va a hacer ahora mismo".