Espartaco no es una novela para los más exquisitos, aunque los de muy delicado temperamento se sentirán avasallados, sometidos a las infinitas bellezas descriptivas, de concepto y de forma, que la obra encierra. Es una novela hecha para las gentes de gran corazón capaces de vibrar por un ideal, aptas para una ilimitada capacidad de entusiasmo, para las personas generosas, predispuestas al sacrificio. Espartaco nos llena de admirativo entusiasmo. Giovagnoli fue un formidable artista, un literato de cuerpo entero, pero toda su bondad y todo su arte los pone al servicio de lo que en el lenguaje de su siglo, el XIX, se llamaba la causa sacrosanta de la libertad. Para la humanidad actual ha caído en desuso esta expresión. Ya nada es sacrosanto en el mundo desde que la guerra modificó la moral imperante hasta julio de 1914; pero quienquiera que lea esta obra de Raffaello Giovagnoli se sentirá atraído por la formidable figura de Espartaco, ante el que sentimos la misma atracción que pudiera infundirles un maestro a sus discípulos. Los lectores todos se sentirán conmovidos en numerosos pasajes de la obra. La portentosa hazaña del buen rudiario al vencer en el Circo Máximo a sus admirados y circunstanciales rivales nos impresiona como si del bloque marmóreo surgiera la obra perfecta al conjuro de un mágico Miguel Ángel. La conmoción que nos sacude como una descarga eléctrica al verle vencedor nos arranca lágrimas de entusiasmo y el corazón se ensancha y las manos se elevan para saludar al héroe. V. C. Raffaello Giovagnoli (Roma, 1838-1915). Su vida fue uno de tantos y tan bellos ejemplos que nos brindaron los grandes artistas románticos: amor al estudio, culto al heroísmo, pródigo desgaste de entusiasmo al servicio de la causa unitaria que tanto seducía al pueblo italiano. En plena juventud demostró su vocación militar en la guerra de 1859 contra Austria. En 1860 estuvo en el sitio de Gaeta, y seis años después se cubría de honor en la batalla de Custoza. En 1867 siguió en Mentana a la espada fulgurante y libertadora de Garibaldi, de quien fue fervoroso adicto y disciplinado soldado. Junto a las ya clásicas novelas de Arthur Koestler (Los gladiadores) y Howard Fast (Espartaco), esta de Giovagnoli es una de las tres grandes obras novelescas inspiradas en la épica y trágica historia del gladiador romano. Pero también la primera y más desconocida, aunque no la de menor mérito.