El manojo de poemas que estas páginas encierra, es la plegaria y exhortación a las potencias del cielo, al panteón de los cristianos y a las fuerzas del averno, para buscar la luz, para lograr la cosecha, para alcanzar la gracia y aun para conseguir pareja. Ecogidos todos ellos en la Tierra Madrileña, son casi siempre los delicados brotes de una raíz secular, la del verso de ocho sílabas que floreció en el romance. Merced a la información que los arropa y encuadra, estos poemas dan fe de unos usos y costumbres que, sin remontarse mucho en el tiempo, pueden parecer arcaicos, a pesar de que aún muestran sus ribetes en las tiendas de amuletos y en las cadenas de cartas que corren por internet.