Se ha escrito mucho sobre la Revolución francesa y su contribución al cambio de las estructuras políticas, económicas y sociales en Francia, en Europa y en otros países del mundo. La historia habla, entre otras cosas, de la policía secreta creada por Robespierre en los últimos años de su vida y también de la que más tarde pondría en funcionamiento el ministro francés Fouché. Sin embargo, apenas se hace alusión al servicio secreto creado por el prefecto de París, monsieur Dubois, veintiún años antes del estallido de la Revolución francesa y disuelto pocos años después. En Los tribunales de la muerte, novela que sigue rigurosamente el hilo de la historia, el autor, de un modo ágil y ameno, nos adentra en los entresijos de este servicio secreto. Su misión consistía en controlar a los revolucionarios y proteger a los monarcas en sus salidas fuera de Versalles, cometido más arriesgado aún, si cabe, cuando se trataba de velar por la seguridad de María Antonieta durante sus frecuentes escapadas secretas. De forma directa o indirecta, los responsables de esta vigilancia participaron en la mayor parte de los terribles acontecimientos ocurridos en Francia y demostraron siempre valentía, arrojo y buen hacer, trabajando en muchas ocasiones bajo la amenaza de los temidos «tribunales revolucionarios o de la muerte», carentes de legalidad, creados con demasiada rapidez y cuyas sentencias eran dictadas sin dar oportunidad alguna de defensa a aquellas personas acusadas de mantener ideas contrarias a la causa revolucionaria o de apoyar abiertamente a la monarquía.