«Al escribir estas memorias militares colmo un deseo que tuve siempre. Muchos hemos estado privados de poder exhibir nuestros galones militares, que en mi caso fueron los de brigada del Ejército de Euzkadi y los de teniente del arma de Infantería del Ejército Republicano de la Segunda República española. La guerra hace que pierdas el respeto a tus semejantes. Al principio eres una persona miedosa pero, poco a poco, te aficionas a la aventura e incluso te ves atraído hacia todo lo macabro que anteriormente merecía tu repulsa. La sangre es como una droga. Cuando acaba la guerra compruebas con pesar que ya no eres la misma persona. La dureza de la vida que se impone al bando perdedor te obliga a seguir luchando sin descanso y no puedes evitar que el odio que la guerra te inculcó se mantenga presente. Estás obligado a vivir bajo la depuración y sabes que tienes en cualquier momento el riesgo de sufrir un cautiverio penoso, que en mi caso duró treinta y cinco largos meses. La palabra guerra debería ser borrada de la mente de toda la humanidad por lo que representa y tendríamos que sentir un gran desprecio por todas las personas violentas que no quieren que vivamos en libertad.» Timoteo Casado