Este Viacrucis no es ni tétrico ni demasiado moralista, de esos que nos cargan a nosotros con la culpa de toda la sangre derramada y de los que sale uno casi con depresión. Más bien es de alabanza, de acción de gracias y de gratuidad. Es un Viacrucis en el que Jesús habla en primera persona y nos cuenta su propia pasión. En Meditaciones sobre el Viacrucis hay una fuerte acentua¬ción de la humanidad de Jesucristo. Dios nos podía haber salvado con una palabra o con una decisión de autoridad incruenta, pero quiso hacerse hombre y acercarse de esa manera a nuestra realidad pobre y sangrante. Dice Chus Villarroel, el autor de este libro: «Todo lo que nos ayude a valorar y a enamorarse de la humanidad de Jesucristo en la que somos salvados es bueno o, mejor, muy bueno. En Cristo hombre habitó la plenitud de la divinidad que pasó por todas las amarguras de la humanidad para redimirlas».