Son vidas de película. Salen de su país, recorren miles de kilómetros; ejercen de profesores, administradores, médicos, psicólogos, relaciones públicas, transportistas, promotores inmobiliarios, defensores de los trabajadores, padres adoptivos, mediadores en conflictos... Remunerar su labor sería imposible, pues no tienen precio. Pero las guerras, que no hacen distinción, muchas veces les atrapan a ellos también. Cuando se plantea la disyuntiva de quedarse o volver a casa, ellos se quedan, pase lo que pase...