España en la economía mundial constituye la reconstrucción de la contabilidad nacional durante más de un siglo y medio, entre 1850 y 2015, y la síntesis de sus resultados. Forma una descripción estadística de la estructura, la dinámica, las tendencias y las variaciones coyunturales de los principales agregados de la economía española, especialmente del Producto Interior Bruto (PIB), el dato más relevante para el análisis. Las series largas, a contar desde 1850, están basadas en la aplicación del Sistema Europeo de Cuentas de 1995 (SEC 1995), a su vez consistente con el Sistema de Cuentas Nacionales de 1993 (SNA 1993) de Naciones Unidas. Para el período más reciente, desde 1995 en adelante, se ha añadido una segunda estimación de acuerdo con el nuevo SEC 2010. Durante el conjunto del período analizado, desde 1850 hasta la actualidad, el crecimiento del PIB de España fue del 2,27 por ciento anual y el del PIB por habitante del 1,56, un ritmo muy semejante al del conjunto del continente europeo. En el primer siglo, España creció poco y consiguió una expansión inferior a la media de Europa Occidental. En cambio, en los últimos sesenta y cinco años el crecimiento fue mucho mayor, con tasas que duplicaron las de aquel primer intervalo y superaron algo del conjunto del continente. Los mejores años de la historia fueron los que separan 1960 de 1973, época de auténtico milagro económico español. El fenómeno tiene mucho en común con las demás economías de la Europa mediterránea. Otro período de crecimiento importante, desconocido por la historia económica hasta ahora, es el que abarca los años 1919-1929. España creció fuertemente entonces gracias al gran impulso recibido de la explotación de los recursos hidroeléctricos y pudo disponer de un gran volumen de divisas, consiguiendo un importante incremento de las importaciones de bienes de equipo y de la inversión privada y pública. Las otras dos etapas de gran expansión fueron 1985-1992 y 1997-2007. Con todo, las series largas del PIB desmienten el tópico de una presunta bonanza extraordinaria en 1997-2007 porque en los mismos años se registró un enorme aumento de la población por causa de la inmigración masiva. La tasa de aumento del PIB per cápita de esos años es más baja que en el conjunto de 1950-2014. También es nueva la comprobación de que entre 1914 y 1919 el PIB creció muy poco y el PIB per cápita aún menos, tan solo un minúsculo 0,33 por ciento anual. La supuesta expansión causada por la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial resulta desmentida. También se corrige otro tópico muy arraigado, según el cual España no estuvo especialmente afectada por la Gran Depresión de los años 1930. Lo cierto es que la evolución del PIB de 1929-1935 no registra prácticamente ninguna mejora, mientras que el PIB per cápita disminuyó en un 1,30 por ciento anual. La etapa más negativa de la historia, en términos de variación interanual, se reconoce en el tiempo reciente, desde 2007 a 2014. Nunca antes, salvo en etapas de guerra, el ritmo del PIB y del PIB per cápita había sido tan contrario a la prosperidad general. A diferencia del crecimiento acompasado entre producción y productividad que había caracterizado a la economía por más de ciento cuarenta años, en los veinte que separan 1994 de 2014 ambas series se muestran en España completamente discordantes. El crecimiento del PIB en la mal llamada década prodigiosa estuvo acompañado del estancamiento de la productividad. Desde 2007, el PIB ha sufrido una notable caída, con posterior estancamiento y leve reacción final, a la vez que se registraba un robusto incremento de la productividad, salvo en 2014 en que vuelve a reducirse. La tasa de inversión se mantuvo en niveles bajos hasta mediados del siglo XX, salvo en los años de impulso de 1898-1913 y de 1920-1930. En cambio, el ascenso en 1951-1974 fue continuo y robusto. Se trata de un cuarto de siglo decisivo para la modernización económica de España, aunque el primer decenio podría considerarse de recuperación, tras la Guerra Civil y la etapa de la autarquía, y solo a los años posteriores les cabría la consideración de generadores de un nuevo y muy importante crecimiento. Desde el comienzo de la crisis del petróleo de 1974-1985, se ha asistido a un auténtico derrumbe de la formación bruta de capital hasta solo un 19,78 por ciento del PIB en 2014, el porcentaje más bajo de los últimos sesenta años. Las nuevas estimaciones proporcionan una imagen muy clara de la evolución relativa de los siglos XIX y XX. La trayectoria de la economía española fue poco dinámica en comparación con los avances de la industrialización en los países desarrollados de Europa en el siglo XIX. Pero entre 1913 y 1930 el nivel económico de España mejoró con gran claridad con relación al resto del continente. Con la Guerra Civil de 1936-1939, la autarquía y la ausencia de reconstrucción económica posterior, se reanudó la caída relativa. En 1960 se llegó al mínimo histórico con tan solo un 4,18 por ciento del PIB de Europa Occidental. Por el contrario, el período 1960-1975 registra una expansión muy intensa que conlleva la mayor elevación de la participación de España en el PIB de Europa Occidental. Entre 1975 y 1985, la parte española del PIB de Europa Occidental se mantuvo esencialmente estable, y desde 1986 volvió a crecer para caer a partir de 2007. Se registró una clara convergencia económica real con la media de Europa hasta 1975, seguida de divergencia en los quince años posteriores. Un nuevo acercamiento al promedio europeo, menos intenso, tuvo lugar a partir de 1986 para dejar paso a una clara estabilidad en 2000-2007 y a un nuevo alejamiento desde entonces. El balance global es de fuerte convergencia económica con Europa a partir de 1960. Si la comparación se efectúa con el conjunto de la economía mundial, se alcanzan algunas conclusiones importantes. La parte del PIB mundial que suponía la economía española creció en la segunda mitad del siglo XIX, de modo que se superaron claramente los niveles macroeconómicos de 1820, con lo que se consumó la recuperación tras la crisis del Antiguo Régimen. Esta modesta expansión colocó a España entre los países que, sin conseguir el liderazgo en la modernización, tampoco quedaron atrasados con respecto al conjunto de la economía mundial. La fracción del PIB universal lograda por España en 1913 coincide exactamente con la de 1870, marcando un ritmo de crecimiento idéntico al del conjunto del mundo en ese intervalo. La evolución que lleva de 1913 a 1950 es comparativamente bastante negativa, por causa de la Gran Depresión de los años 1930 y, mucho más aún, por la Guerra Civil de 1936-1939 y la cerrada autarquía del primer franquismo. En cambio, desde 1950 a 1973 España creció a un ritmo muy superior al que alcanzara el conjunto del mundo. Entre 1973 y 2001 se registra una pérdida relativa con respecto al total mundial, pese a que el PIB real de España se habría prácticamente doblado entre esas dos fechas. Las series largas para la economía de España muestran con toda claridad que el país nunca en su historia estuvo por debajo de la media mundial del PIB per cápita. Eso significa que jamás conoció una situación de pobreza, lo que demuestra que el concepto de subdesarrollo no es aplicable a ninguna de sus etapas históricas. España figuró siempre en el grupo de países más desarrollados, aunque no en posiciones de liderazgo o de avance sobresaliente.