A finales de 1991 y principios de 1992, de una forma involuntaria, inesperada y, según parece, algo reticente, Nirvana hizo pedazos el mundo de la música con «Smells Like Teen Spirit», el primer single de su nuevo álbum, Nevermind. Por entonces, la MTV y las listas musicales estaban dominadas por gente como Michael Jackson, el coloso del pop, y grupos insulsos de hair-metal. Nirvana, un modesto trío del Pacífico Noroeste, representaba un retorno necesario al punk inspirado en el carácter del DIY («hazlo tú mismo») y acabó por triunfar allí donde otros de sus colegas de inspiración similar se habían quedado cortos. Menos de dos años y medio después, Kurt Cobain, líder de Nirvana, estaba muerto y la fiesta había terminado. Pero para los fans veteranos, como también para los advenedizos que todavía están descubriendo a Nirvana, su música—y su espíritu— sigue viviendo