La pequeña Nell Trent es huérfana y vive con su abuelo en una mísera tienda de antigüedades. Abrumado por las deudas, el anciano recurre al malvado prestamista Daniel Quilp, un enano deforme y jorobado, y será a partir de que él entre en escena cuando la niña y su abuelo emprendan un viaje por Inglaterra. Recorrerán pueblecitos, ciudades ennegrecidas por el hollín, lugares llenos de miseria. Y en su peregrinaje, en la más pura tradición cervantina, alternarán con una variopinta galería de personajes: feriantes, carboneros que leen el fuego, maestros, domadores de perros, dueñas de museos ambulantes, dandis con un sentimiento trágico de la vida y ponis obstinados. Editada por entregas entre 1840 y 1841, La tienda de antigüedades encumbró a Dickens. Tras la publicación del último capítulo, los lectores estadounidenses irrumpieron en los muelles de Nueva York para pedir noticias acerca del final a los marineros que volvían de Inglaterra y, recientemente, la prensa norteamericana comparó el entusiasmo popular ante la publicación del último tomo de Harry Potter con el que suscitaron las andanzas de Nell y su abuelo.