Alguien bebe el agua de la botella de su mesita de noche, algunos objetos desaparecen, otros aparecen rotos, una mano invisible recoge una flor… Poco a poco, el narrador se convence de que un ser sobrenatural e inmaterial, al que apoda el Horla, vive bajo su techo, se alimenta de sus provisiones, y lo que es más grave, ejerce un poder creciente sobre él… Cuando no está en su casa, el poder se desvanece; sin embargo, al cabo de poco tiempo, el narrador es incapaz de salir y así, se convierte en prisionero. ¿De dónde viene ese espíritu? Del Horla o del hombre. En cualquier caso, uno de los dos debe perecer.