Discurso, figura constituye un recorrido obligado para comprender el pensamiento de Lyotard. La obra, que precede a Economía libidinal, se inscribe en el proyecto, nunca desmentido, de una "crítica práctica de la ideología". Sin embargo, Discurso, figura no trata ni de economía política ni de historia, sino de pintura o, más precisamente, de ese "espacio figural" presente tanto en el discurso como en la figura. "Hay una connivencia radical de la figura y el deseo", afirma Lyotard, pero, a diferencia de Freud, que ignora las experiencias de la modernidad artística e intenta reducir esta connivencia al lenguaje y a la "buena forma", Lyotard asimila lo figural a una dinámica energética que transgrede los códigos habituales de la lectura de imágenes. Discurso, figura introduce así a una interpretación "intensiva" e inédita del arte moderno y contemporáneo