Este libro se ha convertido por derecho propio en un clásico de la eclesiología. Los clásicos nacen en una época y en un lugar, pero cada generación es capaz de encontrar respuesta en ellos a sus propias preguntas y a sus ansias eternas. En el origen de esta obra se aprecian las preocupaciones más entrañables del autor: el intento de comprender la Iglesia desde dentro y no primordialmente desde su referencia a la sociedad civil y política; la profundización en su origen trinitario, en su dimensión sacramental, en su condición de fraternidad y comunión por encima de la sola perspectiva jerárquica; el esfuerzo por superar la postura puramente apologética frente a los otros cristianos y a los no creyentes, la necesidad del diálogo y de la colaboración, la radical voluntad de verdad ante los hechos y la fidelidad a la experiencia cristiana originaria tal como se ha sedimentado en la Biblia, en la Liturgia y en los Padres de la Iglesia. El libro habla de reforma en la Iglesia, no de reforma de la Iglesia, pues esta peculiar comunidad de creyentes no es una invención humana, sino una creación de Dios en la historia de los hombres. Por tanto, resulta obligado partir de una mirada atenta y sentiente de la realidad para discernir desde ahí los criterios teológicos e históricos que permitan llevar a cabo una reforma verdadera de la Iglesia desde su interior.