Es muy arriesgado llegar a los doce años sin haber puesto conciencia en la mayoría de situaciones vividas, resolviendo de cualquier manera los conflictos entre hermanos o siguiendo el método zapatilla. Sin conocimiento de por qué hago las cosas y en continua improvisación, es muy difícil dar en la diana. Ya no sirve lo que hicieron nuestros padres con nosotros, ni los abuelos con ellos porque sencillamente la sociedad ha cambiado. A lo largo de estas páginas encontrarás cuatro temas centrales que se interrelacionan entre sí: la importancia de la neurociencia para las familias y docentes del siglo XXI, la necesidad de ser familias emocionalmente competentes para desarrollar la capacidad resiliente de nuestros hijos y cómo llevar una vida saludable para que con inteligencia emocional podamos resolver los conflictos de convivencia familiar y escolar con el fin de educar las emociones desde lo cotidiano, aprovechando los conflictos para crecer, las rabietas para mejorar las relaciones y las dificultades para fortalecer los lazos familiares. Si deseamos tener hijos emocionalmente sanos, fortalecidos interiormente para que puedan tomar decisiones y sepan resolver conflictos con habilidades comunicativas y sociales, es necesario reflexionar, desaprender y vaciarnos de algunas pautas educativas de la vieja escuela que condicionan nuestra manera de sentir, pensar y actuar, en definitiva, nuestra manera de educar.