Del fondo misterioso del metal emergen las figuras de la pasión de Cristo en trazos esenciales, evocadores, sugerentes. Unas imágenes que invitan a la meditación y a la oración profunda. Contemplando cada una de ellas, Bert Daelemans invita a recorrer con él un camino mistagógico impregnado de mística ignaciana.