La ciudad, la urbs, como espacio físico es el lugar de la vida, el ámbito de protección y retiro donde el hombre hilvana la vida con la muerte. Pero también donde el hombre conforma su espacio de ciudadanía, donde traza su frontera, el pomerioum, que lo separa de los otros y de los dioses: la frontera jurídica y la frontera sagrada. En la conjunción de ambos sentidos se fragua la ciudad como civitas, esto es, como espacio de poder donde los ciudadanos ejercitan su autonomía soberana. El presente texto aborda desde diversos enfoques cómo la naturaleza de la ciudad se acomoda a lo largo de la historia a la esencia de su destino: ser el genuino espacio del poder de los ciudadanos.