«Soy un entusiasta de mi patria de adopción. México. Allí encontré, cuando las circunstancias políticas me orillaron al hecho, siempre doloroso, de tener que salir del país donde había nacido, unos lazos de comprensión, de amistad, unos apoyos y estímulos en todos los sentidos, que nunca olvidaré. Para un escritor como yo, un hombre en perpetua búsqueda de problemas vitales, de conflictos nuevos, México es el paraíso de la observación. Yo soy por encima de todo y ante todo, un autor teatral. Las oportunidades de un autor teatral en México son muy escasas. No más escasas, entiéndase bien, que en múltiples ciudades, grandes y chicas, de los países capitalistas. Hasta tiempo relativamente reciente, el teatro en dicho sector del mundo, era exclusivo de unas cuantas ciudades, que casi se podrían contar con los dedos de una mano. Existe, en la actualidad, una pequeña reacción contra ello, al menos en Europa. En México, el teatro, que ha progresado extraordinariamente, por supuesto, en el espacio de quince años, no ha llegado todavía a constituir una actividad sobre la cual sea posible organizar la propia vida. Esa oportunidad que todo hombre busca siempre, la de vivir de su trabajo, precisamente en la actividad que le satisface, parece que la he hallado nada menos que en una recoleta ciudad del Báltico, en Rostock, donde el teatro ha adquirido una importancia que no se puede imaginar, por las gentes de las Américas, en ciudades de similares características». José María Camps, «Porqué decidí establecer mi residencia en la República Democrática Alemana» Con el término «ficción dramática», se refiere José María Camps a aquellas obras cuya anécdota parte de un hecho real para conjeturar un posible desarrollo de los acontecimientos o escenificar información acerca del tema elegido, procedente siempre de documentación y de fuentes periodísticas. El modo de operar sobre la información consiste en aprovechar el contexto histórico escogido y, siendo fiel a las circunstancias accidentales, crear una anécdota verosímil o representativa del conflicto objeto de análisis que lo explique y presente una versión convincente del mismo ?sin importar que contradiga la versión «oficial»?, por lo que, si bien está emparentado con el teatro-documento, la renuncia a exponer el acontecimiento histórico central y la presencia de personajes ficticios lo singulariza respecto de esta modalidad o género teatral. En realidad, el propósito de Camps nunca es poner en escena un hecho histórico, y ciertamente tiene una buena dosis de «ficción», de conjetura o de hipótesis. De las primeras tentativas de ficciones dramáticas, escritas durante su exilio en México, destacan por diversos motivos las que aquí se presentan, El Gran Tianguis, sobre la conocida como Noche Triste, y Columbus 1916, que recrea un episodio de la Revolución Mexicana. Cuando de la mano del prestigioso director Hanns Anselm Perten, Camps se trasladó a Rostock, entró en contacto con una forma de enfocar el teatro que daría un nuevo y poderoso impulso a su dramaturgia. Los frutos más logrados de esa evolución son las que forman la segunda parte de este volumen: El brillo de la podredumbre, sobre las circunstancias que rodearon el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, y De un mundo muy distinto, sobre las consecuencias de las famosas bombas caídas en Palomares. Este volumen constituye, pues, el gozne necesario para comprender la evolución de la dramaturgia de Camps, que culminaría en 1973 con la obtención del Premio Lope de Vega por El Edicto de Gracia. Mario Martín Gijón (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1979) es profesor en la Universidad de Extremadura y miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL). Josep Mengual Català (Barcelona, 1967) ha trabajado durante más de veinte años en el mundo editorial y ha ejercido la docencia en posgrados y másters en edición en la Universitat de Barcelona.