No cabe duda de que hoy el mundo está cada vez más interrelacionado, y en medio de nosotros viven fieles de otras religiones,s por lo que resulta necesario dirigir la mirada más allá de la cerca de nuestras creencias hacia el mundo de los otros, y, al hacerlo, podemos constatar que la bondad y la divinidad no se circunscriben a nuestro espacio cultural, sino que son fenómenos humanos universales y profundamente religiosos. La realidad se impone: la Iglesia de hoy, que vive en un contexto de pluralismo religioso, si quiere ser fiel al mensaje evangélico, tiene que mantener una actitud dialogante con los otros grupos religiosos de su entorno. La misma situación mundial hace ver la necesidad de una actitud de diálogo entre todas las religiones a fin de que se conviertan en plataformas de encuentro de paz entre los pueblos.