Un drama sobre la Inquisición española y una denuncia del totalitarismo soviético por el autor de Nosotros El drama Los fuegos de Santo Domingo, del ruso Yevgueni Zamiatin, sucede en Sevilla, a mediados del siglo XVI, cuando la Inquisición se lanza contra la escandalosa disidencia de los llamados «luteranos» y les aplica todos los rigores de su maquinaria por el simple hecho de manejar literatura reformista. La trama, aunque con guiños a la típica peripecia de la novela gótica, contiene datos y claves que demuestran un buen grado de información sobre el episodio histórico, que fue verdadero leitmotiv de este tipo de literatura desde sus inicios. Y Zamiatin quiere recalcar que se refiere a la represión de la herejía protestante, es decir, de cristianos contra cristianos, en la que hombres del mismo orbe ya no son sólo mártires, sino también verdugos; en la que el simple disentimiento ya se ha convertido en motivo de condena por parte del poder oficial. En realidad, desarrolla una metáfora de la opresión política justo en el momento en que el propio autor estaba mostrando claramente sus críticas a la deriva totalitaria del régimen revolucionario ruso. La publicación de Los fuegos de Santo Domingo en 1922 no podía ser interpretada de otra manera que como una clara denuncia de los indeseables derroteros que había tomado la misma revolución por la que el propio Yevgueni Zamiatin había luchado tanto. Su clara significación en el sonado caso de disidencia que entonces protagonizaba Zamiatin frente al régimen revolucionario y por el que él mismo llegaría a considerarse tratado como «el diablo de la literatura soviética», nos ha empujado a presentar una contextualización mediante apéndice con textos del autor que ofrecen claves totalmente oportunas para su lectura; entre ellos, su célebre artículo «Tengo miedo» y su carta a Stalin. «Tengo miedo de que no haya entre nosotros verdadera literatura mientras no nos curemos de esa especie de nuevo catolicismo que recela, no menos que el antiguo, de cualquier palabra herética». Yevgueni Zamiatin (1921).