Un cuerpo de carne y sangre. Con estas palabras define el Pseudo-Tertuliano (V, 197) la humanidad de Jesucristo. Frente a los marcionitas, que desdibujan la realidad carnal del Señor, nuestro autor insiste en que la carne de Jesús es verdadera. Se puede ver y tocar. Hasta el punto de que esta carne se convierte en el fundamento de todos los misterios de la vida del Salvador, especialmente de su Pasión, Muerte y Resurrección. A lo largo de los 1302 hexámetros que posee el Carmen adversus Marcionem podemos encontrar esta constante realista, que se abre también a la afirmación de la identidad entre la carne de Cristo y la del hombre. No conocemos el nombre del poeta que escribió la obra que es objeto de nuestro estudio. Tampoco se ha logrado llegar a datos seguros sobre la fecha de su composición. Sólo nos ha llegado su extenso poema, no muy valorado desde el punto de vista estilístico. Estas dificultades, sin embargo, no son óbice para que un análisis sosegado del mismo pueda desvelar un argumento cristológico de gran calado. Efectivamente, esta cristología enmarcada en la controversia antijudía y antimarcionita de la época se construye sobre elementos de gran atracción teológica. Así, encontramos hondas reflexiones sobre la mediación de Cristo en la Creación y las prefiguraciones del Salvador en el Antiguo Testamento. No olvida detenerse el autor en las expresiones para la Encarnación y el bifisismo, como tampoco deja en el tintero interesantes razonamientos sobre los misterios en carne de la vida de Jesucristo o sobre su sacerdocio. En definitiva, el lector tiene la oportunidad de adentrarse, por primera vez, en los profundos hitos cristológicos del Pseudo-Tertuliano.