Una intuición de María Negroni, la de que un poema es una miniatura de mundo, bien pudiera acompañar la voz poética de Mónica Doña. La vocación artesana y minuciosa guía la urdimbre de Adiós al mañana: cada palabra significa más de lo que significa. Mónica Doña lo sabe, y por eso escoge - y exige- palabras que veamos, que escuchemos, que nos remuevan más allá. La primera mirada al cielo y a la luna, el encuentro con la nieve o los dibujos iniciales preñados de colores, antes de que las sombras irrumpieran, se nos clavan porque tras el primer golpe se revela el símbolo, todo lo mucho más que son. Cruzan por este libro una inteligencia honda y un decir que nos despierta los tiempos de antes y los lugares de entonces, los de la infancia, aquellos que corren en estos poemas, que alcanzan tan rápido y tan lejos. Esta historia, la de Adiós al mañana, la que nos traza Mónica Doña, es la de quien ya sabe estar y recuerda cuando aprendía a ser: la del descubrimiento del descubrimiento, años más tarde, cuando se sabe de qué va la vida. No hay melancolía ni hay nostalgia en estos poemas, tampoco laten pérdidas ni vacíos: hay una búsqueda, hay una certeza, hay una música potentísima. Adiós al mañana explica el mundo, y nos lo amplía. Elena Medel