Gray asemeja la libertad humana a la libertad de las marionetas. En nuestro caso, el titiritero habita oculto en nuestra propia conciencia, y los hilos vienen dados por nuestra historia e ideas, pero nada implica que podamos evadirnos de los límites que constriñen y determinan nuestros actos en el mundo. John Gray observa que el anhelo sigue siendo liberar de una vez por todas al ser humano de sus ataduras, para dar comienzo a una nueva era de libertad humana y de plenitud. En cambio, en una magistral vuelta de tuerca, John Gray argumenta con lucidez casi lo contrario: justo ahí donde creemos liberarnos de las cadenas que nos atan, los seres humanos nos revelamos como simples marionetas incapaces de admitir las fronteras a las que irremediablemente nos constriñe nuestra condición.