A la manera de un rompecabezas concebido de manera desordenada, todo lo que parece suelto, encaja brillantemente en esta obra. Es un libro íntimo, que se lee como una lúcida carta de amor a los cientos de lecturas y de autores que han marcado la vida literaria de Piglia. Quizá como nadie desde Borges, Piglia reivindica la lectura como pretexto de la escritura. A fin de cuentas, pareciera decirnos, por más que a través de los siglos asistamos al despliegue de muy diversos géneros y obras literarias, ese acto fundacional en el que un lector se enfrenta como si fuera la primera vez a un texto que lo cautiva, en lo esencial no ha sido modificado. «La forma inicial» es la brillante recapitulación de una mente prodigiosa acerca de una vida entregada sin reservas a la literatura.