Las historias de Megg y Mogg (y Búho) giran en torno a su vida cotidiana –repartida en su mayor parte entre su casa y el centro comercial–, marcada por el consumo indiscriminado de drogas, el visionado maratoniano de series de televisión y las bromas pesadas, únicas vías de escapismo ante una realidad frustrante. Por entre las fisuras del humor cafre y en ocasiones cruel de Hanselmann se filtra una sensibilidad muy especial que invita al lector a decodificar una soterrada clave de misantropía, depresión, confusión y abulia. No es de extrañar, ya que la propia vida de Hanselmann no ha sido un camino de rosas y sus historias tienen más de autobiográfico de lo que pudiera parecer: cada personaje de la serie representa un aspecto de la personalidad de su creador.