"Muchas veces me pregunto si merece la pena seguir jugando a pádel, si han valido la pena todos los sacrificios que he tenido que hacer: separarme de mis padres, de mi hermana, de mis abuelos, dejar mi país, Argentina, competir cada dos semanas en un lugar distinto, perderme innumerables momentos (buenos y malos) de mi mujer y mis tres hijos
Hoy no albergo ninguna duda: rotundamente sí. El pádel es mi medio de vida y el de mis hijos. Si me repiten la misma pregunta cuando aviste el final de mi carrera, seguramente la respuesta será un contundente no, porque yo le he dado al pádel mil veces más de lo que él me ha dado a mí. No hay torneo, ni título, ni premio que compensen todas las ausencias en los cumpleaños de mis hijos, todos los momentos familiares en los que no he participado, todos"