Son muchos los matemáticos que están enamorados de la poesía, si bien consideran esa actividad como ocupación o afición personal, desligada de su trabajo profesional. Pocos son los matemáticos que han alcanzado reconocimiento como poetas, posiblemente por el alto nivel de exigencia intelectual que tienen ambas tareas. Omar Jayyam, en el siglo XI, ha sido una de esas excepciones que ha pasado a la historia como ejemplo de matemático y de poeta brillante. También conocemos matemáticos que han expresado ideas y conceptos de la disciplina mediante poemas. Caso histórico célebre del uso de la poesía con fines matemáticos lo constituyen los tercetos de Tartaglia (1534) sobre la resolución de la ecuación cúbica.