«Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino tenga vida eterna». Lo que se nos invita a comprender a partir de este discurso y, de una manera global, a partir del encuentro con Jesús, y de todo el Evangelio de Juan, es el amor loco de Dios por los hombres. Es un amor tal que conduce al Padre a dar a su Hijo único para salvar a los seres humanos. Jesús viene para revelarnos a Dios, para estar cerca de nosotros y pronunciarse a favor de cada uno de nosotros; así es como podemos recibir el don de Dios, que es su Hijo único. Nos hallamos ante una obra que conserva las cualidades y el estilo propios de los ejercicios orales, al mismo tiempo que se convierte en apoyo para la oración del lector que se muestre deseoso de volver a la fuente. Porque es el mismo Evangelio de Juan lo que resuena al hilo de estas páginas, dispuestas a la manera de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola: el cristiano se ve llevado, de misterio en misterio, a seguir e imitar, conocer y amar a Cristo, Hijo de Dios. «He venido para que tengan vida»: que estas palabras de Jesús, elegidas como título de la obra, no cesen de resonar en todo el mundo.