La Real Academia de la Historia asumió casi desde su creación y, particularmente, desde 1803, la tarea de velar por la adecuada conservación del patrimonio monumental de España. Ello implicaba, necesariamente, supervisar las campañas de excavaciones arqueológicas y de ordenación de fondos museísticos, competencias que mantuvo hasta después de la guerra civil. La tramitación de los correspondientes expedientes obligó a emplear la fotografía como medio de identificación de las piezas, para su adecuada descripción y localización. Por ello, la Institución fue generando desde 1850 aproximadamente hasta la década de los años veinte del pasado siglo, un elevado volumen de fondos fotográficos que, insistimos, no constituyeron un álbum o repertorio sino un instrumento de trabajo. Los dos volúmenes que ahora tiene el lector en sus manos reúnen un total de 1414 positivos de diferentes técnicas, que exponen nuestro patrimonio histórico artístico desde la prehistoria hasta la edad contemporánea. Toda la geografía nacional está representada, salvo Canarias, Ceuta y Melilla, y la labor de catalogación de estos positivos, en su mayoría provenientes del archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, ha obligado a la datación de cada fotografía, técnica utilizada, autoría caso de existir constancia y descripción de la pieza. Junto a la ordenación por comunidades autónomas, se incorpora un fondo de extranjero así como tres encartes de las piezas más representativas. Por tanto, la obra será motivo de deleite para los aficionados a la arqueología y a la historia de la fotografía, de tal manera que los 1414 positivos, después de siglo y medio, han trascendido su papel instrumental para convertirse en verdaderos objetos.