«Hay momentos en mi vida en los que Trieste se presenta con tal exactitud en mi inconsciente que, dondequiera que esté, me siento transportada hasta allí. Es una sensación comparable a esos instantes arcanos de quietud que en ocasiones interrumpen una conversación absolutamente banal, en los que se dice que ha pasado un ángel.» Jan Morris, la gran autora británica, nos entrega el melancólico relato de Trieste. Un viaje en el tiempo, evocando los cafés y los muelles que fascinaron a Joyce y persiguiendo el fantasma de Italo Svevo, ciudadano ilustre de este «no lugar». Una ciudad donde cada cual es libre de descubrir su propia identidad y de vivir sin restricciones. Paradero ideal para almas errantes y solitarias y para todo aquel que no encuentra su lugar en el mundo. Trieste es ante todo un refinado estudio sobre la identidad. Morris hace un recorrido por su turbulenta historia: único puerto del Imperio austrohúngaro, propulsora de una civilización irrepetible, Trieste siempre fue fiel a la Casa de Habsburgo, a pesar de las tres breves ocupaciones napoleónicas. Con la caída del Imperio fue anexionada a Italia por razones meramente geográficas, hecho que marcaría el principio de su declive Un «no lugar» que Morris siente como encarnación de una utopía, ajena al concepto de nación o nacionalismo, un híbrido de razas, lenguas y culturas, una ciudad espejismo. El sentimiento predominante del libro es la sehnsucht: la nostalgia del poder que le ha sido arrebatado, la fascinación por la grandeza perdida que ya no volverá. Un libro poético, una acertada reflexión sobre la idea de identidad y sobre la influencia de la Historia en el destino de las ciudades, Trieste pasea por estas páginas como una gran dama que vive en el recuerdo del antiguo esplendor, incapaz de adaptarse a la modernidad y a su propia nacionalidad.