La pereza escogida como arte de vivir, la pereza como filosofía. Esta es la pereza a la que habría que aspirar. Es a esta pereza a la que Cristo nos invita, en la línea de lo que los grandes profetas y los grandes autores del Antiguo Testamento habían ya descubierto o, al menos, presentido. Con Cristo, a la vez hombre y Dios, la pereza se hace ella misma divina. Este libro no está consagrado a la demostración de una tesis. O muy poco. Un libro así habría sido demasiado fatigoso de escribir y sumamente aburrido de leer. Se trata simplemente de evocar la «santa pereza», esa que se enseña en la Biblia y que fue practicada con mucho arte por Cristo.