Es el año 1978, en La Plata. Una niña espera encontrarse con su madre, exiliada en París. Estudia sin pausa el francés, su futuro idioma, un aprendizaje donde conviven sueños y un velo de incertidumbre. Mientras, cada quince días, visita a su padre en la cárcel; un preso político en tiempos de la dictadura. Él también la pr epara para el viaje, y le recuerda que mantendrán la relación a través de cartas. Cuando a principios de 1979 llega a Francia, la realidad corrige tantas fantasías. No es París propiamente dicho adonde irá a vivir, sino un suburbio; no es la postal del Sena, la torre Eiffel y las callejuelas, sino el edificio algo extravagante donde está el departamento de su madre. Es, comprende de golpe, una niña refugiada. No obstante, está en las puertas de un nuevo comienzo