Esta colección de relatos de Lorrie Moore es una excelente muestra del camino de depuración y autoexigencia —tanto argumental como estilística— que poco a poco ha ido recorriendo la autora, desde su brillante debut con Autoayuda hasta su consagración en 1998 con Pájaros de América, libro indispensable para estar al tanto de las últimas corrientes de la literatura norteamericana actual. Una vez más, Moore demuestra su asombrosa capacidad de concebir unos personajes con tres dimensiones, hombres y mujeres necesitados de amor, humanidad y, sobre todo, comunicación, para crear un fresco de la sociedad norteamericana contemporánea, de esos Estados Unidos con grandes ciudades sin corazón y pequeños pueblos sin alma, en los que todo abunda excepto la comprensión, el compromiso y la verdadera intimidad. Por las páginas de Como la vida misma se pasean unos individuos que, como salidos de los cuadros de Edward Hopper o de las desgarradas canciones de los mejores intérpretes de blues, desean acercarse y entregarse a los demás, pero que nunca saben, pueden o quieren dar el paso decisivo en el momento justo; unos individuos frustrados y profundamente solitarios a quienes la existencia parece empeñada en gastar bromas pesadas, y que finalmente no encuentran ni los mecanismos ni las ganas para imponerse a ella.