¿Maquiavelo tenía razón o estaba equivocado? Él fue el primero que describió, no sin cierta complacencia, la mecánica del poder: la lucha por su conquista y el enfrentamiento de las ambiciones egoístas. Pero apenas habla de la finalidad del poder, como si su posesión fuera un fin en sí misma. ¿La democracia ha cambiado todo eso? Democracia o dictadura, el objetivo continúa siendo el mismo: la apropiación del poder por cualquier medio, durante todo el tiempo que sea posible. Pero, cuando reina la democracia, el político ya no puede inspirarse en Lenin, Stalin, Hitler o Mao. Ya no intenta dar miedo, sino gustar, comunicar, hacer suyo al pueblo utilizando todas las armas de la seducción, como han hecho Blair, Clinton o Sarkozy. Aunque la voluntad de dominio le siga inspirando, los medios que se emplean ya no son los mismos. Referirse a las convicciones morales ciertamente hace sonreír a los cínicos, pero en democracia el poder no puede ser un fin en sí mismo. Conquistarlo para extraer de él la satisfacción y la exaltación del instante no es lo mismo que hacerlo para pasar a la Historia. Aunque a veces ambas cosas ocurren.