Publicada por primera vez en 1977, La asesina ilustrada supuso la revelación de Enrique Vila-Matas como uno de los escritores más audaces de su generación. Fue en 1975, en la buhardilla que había alquilado a Marguerite Duras en París, cuando el escritor barcelonés se enfrentó al reto de escribir una novela que provocara la muerte de quien la leyera. El resultado fue un texto donde se apunta lo que luego serían las constantes de uno de los autores europeos más valorados e influyentes de los últimos treinta años: el gusto por los juegos metaliterarios, el dominio de la ironía y los suplicios de la imaginación. Con esta edición proponemos, a modo de homenaje, tres nuevas miradas sobre aquel paisaje fundacional: la del propio autor, quien examina su obra primeriza en el prólogo, un comentario plástico, obra del pintor argentino Óscar Astromujoff, y finalmente, como colofón, un epílogo donde el profesor Jordi Llovet analiza lo que fue su propio análisis del texto treinta años atrás. «Hay libros que inspiran miedo. Miedo de verdad. Más que libros parecen bombas de relojería o animales falsamente disecados dispuestos a saltarte al cuello en cuanto te descuides. Esta experiencia yo sólo la he tenido en dos ocasiones. La primera fue hace mucho tiempo, en 1977 o 1978; leía entonces una novela breve en una de cuyas páginas se advertía al lector que a partir de ese momento podía morirse. Es decir que se podía morir literalmente, caerse al suelo y no levantarse. La novela era La asesina ilustrada, de Enrique Vila-Matas, y que yo sepa ninguno de sus lectores se murió aunque muchos salimos transformados después de su lectura, con la certeza de que algo había cambiado para siempre en nuestra relación con la lectura. La asesina ilustrada, junto a Los dominios del lobo, la primera novela de Javier Marías, marca el punto de partida de nuestra generación.».ROBERTO BOLAÑO