A menudo pienso que dejaría de creer en la magia si pudiera, pues he llegado a ver o imaginar, en los hombres y las mujeres, en las casas, en las artesanías, en casi todo lo que puede verse y oírse, cierta maldad, cierta fealdad, que proviene de la lenta desaparición, a lo largo de los siglos, de una cualidad mental que hizo que esta creencia y las evidencias que la sustentaban fueran comunes en todo el mundo.